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Las hijas de Abril: Michel Franco y el drama de no saber hacer un drama

  • Rubén Martínez Pintos (REVISTA CINEFAGIA)
  • 26 jul 2017
  • 5 Min. de lectura



En todos los festivales y premiaciones de cine en el mundo se cuecen habas y en todos se manejan criterios bastantes volubles y turbios. Es tan cierto en un Óscar como en la Palma de Oro o el Ariel, este último sin reparos en premiar cintas que no han tenido siquiera estreno comercial. El cine mexicano gusta alardear de su pegue en galas europeas, cuando debería tener como prioridad capturar al público de nuestro país, que permanece indiferente al grueso de la producción local. El espejismo de los premios de “festivales de conquistadores”, como decían en la infladísima Güeros, habla de un cine autocomplaciente y hecho para ganar dichos galardones. Un cine que no está interesado en captar la imaginación de los espectadores para contarle una historia entrañable.


Michel Franco tiene su estilo muy particular como realizador y es algo absolutamente respetable, pero ver lo concretado en su más reciente largometraje hace que uno se cuestione el criterio empleado por el jurado en Cannes para premiar obras fílmicas. Las hijas de Abril pretende ser un drama serio y pomposo, pero termina como una telenovela alarmista, con un guión casi invisible y personajes y situaciones risibles. Su servidor va a entrar en spoilers así que avisados están.


Las hijas de Abril inicia con una secuencia donde una chica, con gesto indiferente, preparar un desayuno con los sonoros pujidos de su hermana teniendo plácidamente sexo en otro cuarto. La segunda eventualmente sale desnuda después de coger con el novio y con claras señales de embarazo. La vida de estas chicas parece bastante placida y casi idílica, habitando sin preocupaciones una casa junto a la playa. Sin embargo, el embarazo presenta un desafío para la nueva madre, así que la hermana decide llamar a Abril, la madre de ambas, para solicitar apoyo.

Abril entra de repente a cuadro: dónde estaba y la razón de su ausencia jamás son explicadas. La dama española y la familia del novio consideran que la joven pareja no podrán con esta nueva vida que han traído al mundo. La decisión de dar a la infante en adopción suena drástica pero aun comprensible en el contexto presentado hasta el momento. Hasta aquí llegan las decisiones coherentes que toma la película, lo que prosigue es un drama artificial que, en su necesidad de ser tremendista, cae en el absurdo total. Va de nuevo el aviso de los spoilers, esto se va a descontrolar y feo.

Abril (la bella e imponente Emma Suarez) es una villana de telenovela de primera. El asunto de la adopción es una farsa: su intención es llevarse a su nieta para criarla como su hija junto al novio de su verdadera hija. El novio, un tipo con nula personalidad o carisma alguno, es seducido en escenas donde ambos personajes y actores carecen de química alguna. Abril y el novio se mudan a una colonia fresa en la capital de nuestro país, en un departamento con lujos, donde Abril regala una motocicleta al desangelado semental, esto a pesar de que ambos aparentemente no trabajan. Mientras, las hijas continúan sus desabridas vidas en la playa: la joven madre sumida en el llanto, la hermana gordita con la misma mirada y gestos de robot indiferente.


Se puede entender y admirar que un guión evite juzgar a sus personajes y busque mostrar hasta qué grado pueden llegar las personas al satisfacer sus necesidades básicas. Sin embargo, una historia debe desarrollar a los personajes que la habitan para que exista empatía e interés en lo que les ocurre. Franco se rehúsa a darle motivaciones a Abril o al novio y todo se convierte en un drama vacío e impersonal, donde el registro de actos reprobables más que estremecer sólo deja al público confundido y con gestos de incredulidad. Abril es, una vez más, una villana acartonada y sus hijas víctimas inocentes. ¿Era ella siempre así? ¿Cuál era el propósito de llamarla para una ayuda y apoyo que jamás ofreció?

El exceso de exposición en los diálogos puede matar una trama, pero irse al otro extremo y nunca decirnos nada de los personajes es igual de perjudicial. Estos quedan reducidos a meras marionetas en el discurso sádico y cínico de Franco, un mundo que es cruel, frío e indiferente tan sólo por el placer de serlo. La puesta en escena se descompone en todos los sentidos, no solo en el compás moral de su protagonista sino también a nivel guión. Seguimos con los ojos puestos en la pantalla no por estar interesados en estos personajes unidimensionales, sino porque tenemos el morbo de ver hasta dónde puede llegar el relato en su afán de escandalizar. Querer defender esta aproximación bajo el argumento de que “los seres humanos somos complicados” y otras argucias es de risa loca. Peor aún lo dicho por Franco en una entrevista al asegurar que a las madres debemos bajarlas del pedestal. Coincido con ese punto, pero si su solución es mandarlas directo al infierno y envilecerlas es caer exactamente en la misma falacia que el realizador busca criticar. Los seres humanos somos complejos y ambiguos, no todo es blanco y negro.


La dirección y fotografía brillan por su esterilidad, cosa que imagino fue algo voluntario y no accidental. La dirección de actores carece de consistencia: en una escena vemos a la hija reclamar a Abril el quitarle a la recién nacida, pero después no vemos reacción alguna del mismo personaje al sorprender a su madre junto al novio que decía extrañar mucho. Emma Suárez claramente se dirige a sí misma, su experiencia y dominio del entorno están más que comprobados. Es una pena que sus habilidades queden al servicio de una trama tan endeble y efectista.

Con todo lo dicho, es difícil recomendar algo en este ejercicio cansado y fútil que cae en la comedia involuntaria en numerosas ocasiones (las escenas de cama entre Abril y el novio de la hija causaron varias risas en la sala donde la vi). El mundo construido por Franco es claramente artificial y habitado por personajes que no se comportan como seres humanos. Esto puede funcionar si el enfoque de la historia lo permite, si el relato supiera manejar realmente los elementos de tragedia griega. Pero la intención de Franco de que lo presentado aquí es un drama “realista” hace que todo el ensamble se caiga a pedazos. Las hijas de Abril queda como evidencia de un cine mexicano desconectado del público, adverso a tener un guión bien trabajado y repelente a cualquier noción de narrativa funcional. Definitivamente en Francia también pueden tener mal gusto y el hecho de que una cinta mexicana sea premiada en el extranjero no dice absolutamente nada de su calidad.

Trailer de Las hijas de Abril:

LAS HIJAS DE ABRIL Dirección, Guión: Michel Franco; Producción: Michel Franco, Lorenzo Vigas, Moisés Zonana; Fotografía: Yves Cape; Edición: Michel Franco, Jorge Weisz; Elenco: Emma Suárez (Abril), Ana Valeria Becerril (Valeria), Enrique Arrizon (Mateo), Joanna Larequi (Clara), Hernán Mendoza (Gregorio) México, 2017, 103 min.


 
 
 

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