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Luis Buñuel y los sueños

  • Frida Bárbara Monjarás (@frida_barbara)
  • 21 abr 2017
  • 3 Min. de lectura

Entrevistas, encuentros y veinte años de amistad con Jean-Claude Carrière dieron forma a una autobiografía de Luis Buñuel publicada por Plaza & Janés Editores titulada Mi último suspiro.


En ella, Buñuel relata sus memorias: su infancia, su estancia en la residencia de estudiantes en Madrid, donde conoció a Rafael Alberti, Federico García y a Salvador Dalí; su vida en París, su integración con los surrealistas, su estadía en Hollywood, su llegada a México y sus últimos días. Desde el principio aclara que la memoria es una mezcla de realidad y fantasía: “La memoria es invadida constantemente por la imaginación y el ensueño y, puesto que existe la tentación de creer en la realidad de lo imaginario, acabamos por hacer una verdad de nuestra mentira. Lo cual, por otra parte, no tiene sino una importancia relativa, ya que tan vital y personal es una como la otra”. Lo que nos advierte que es una autobiografía en la que se encontrarán recuerdos a veces reales y a veces ficticios o una mezcla de ambos, pero siempre vitales y sustanciales.


Uno de los capítulos del libro lo dedica a los sueños, sus sueños. En este capítulo, Buñuel reconoce que los sueños, la fantasía, el soñar despierto y el humor son componentes esenciales de sus películas. Además, porque no se puede hablar de la vida sin los sueños, son éstos los que ponen al descubierto nuestras obsesiones, nuestros más aterradores miedos y nuestros más profundos deseos. Los sueños son demostraciones de las tempestades internas que aparecen en oleadas de imágenes.


El interés por el sueño fue una de las razones por las cuales Buñuel se unió al surrealismo. Su inclusión fue natural, pues este grupo de artistas exaltaba lo irracional sobre lo racional, los sueños sobre la realidad, el humor sobre la solemnidad, la provocación sobre lo convencional. En las propias palabras de Buñuel: “Esta locura por los sueños, por el placer de soñar, que nunca he tratado de explicar, es una de las inclinaciones profundas que me han acercado al surrealismo”.


Por ejemplo, una de las películas surrealistas por excelencia, Un perro andaluz (1929), surgió de los sueños de Dalí y de Buñuel: “Dalí me invitó a pasar unos días en su casa y, al llegar a Figueras, yo le conté un sueño que había tenido poco antes, en el que una nube desflecada cortaba la luna y una cuchilla de afeitar hendía un ojo. Él, a su vez, me dijo que la noche anterior había visto en sueños una mano llena de hormigas. Y añadió: <<¿Y si de esto, hiciéramos una película?>>” El guión lo realizaron en conjunto con una única regla: no añadir ningún componente racional, simplemente tenía que ser una sucesión de imágenes que impresionaran, así como en los sueños. Sin embargo, su interés por los sueños no se limitó a su etapa surrealista: “Posteriormente, he introducido sueños en mis películas […] Un día dije a un productor mexicano, a quien la broma no le hizo mucha gracia: <<Si la película es demasiado corta, meteré un sueño>>.”


Para Buñuel el soñar despierto era tan revelador y decisivo como los sueños nocturnos. Viridiana (1961), filme con el que ganó la Palma de Oro, nació de una ensoñación diurna:


“[…] de muy joven soñaba despierto con la guapa reina Victoria de España. A los catorce años, incluso imaginé un pequeño guión en el que se hallaba ya el origen de Viridiana. Una noche la reina se retiraba a sus aposentos, sus doncellas la ayudaban a acostarse y la dejaban sola. Ella bebía entonces un vaso de leche en el que yo había puesto un narcótico irresistible. Un instante después, cuando ella ya estaba profundamente dormida, yo me introducía en el lecho real, donde podía gozar de la reina”.

Viridiana (1961), de Luis Buñuel.

Cada una de las películas de Buñuel tiene un rasgo o por lo menos un guiño que nos remite a los sueños; por ello, no es ocioso decir que éstos son un componente único y fundamental en su obra. Y no sólo porque los sueños figuran en sus películas, sino también porque las asimetrías, lo inexplicable y lo absurdo de los sueños son una forma narrativa que Buñuel toma y cultiva. Utiliza el ritmo del sueño para mostrar lo más hondo e insondable del ser humano. En el ensayo “El poeta Buñuel” que Octavio Paz dedicó al cineasta español, lo dice prodigiosamente: “toda su obra tiende a provocar la erupción de algo secreto y precioso, terrible y puro, escondido precisamente por nuestra realidad. Sirviéndose del sueño y de la poesía o utilizando los medios del relato fílmico, el poeta Buñuel desciende al fondo del hombre, a su intimidad más radical e inexpresada”.




 
 
 

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