Revueltas y el cine V. Efraín y José
- Elías Razo Hidalgo
- 10 abr 2016
- 7 Min. de lectura

(A lo Huerta)
Te mido
con mis suspiros
mientras duermes.
Elote Granado
Palabras preliminares
El presente documento sobre Efraín Huerta se escribió, en parte, para plantear el paralelismo que se dio con respecto a José Revueltas; en parte para conmemorar el también centenario de este poeta (18 de junio 1914); y en parte para encontrar la retroalimentación que se dio entre ambos con respecto a sus creaciones artísticas que se da en las interesantes décadas del 30 y del 40 del siglo XX, y teniendo como motivo de encuentro fundamentalmente al cine, donde coinciden ambos. No será lo único que se documente sobre este extraordinario poeta, Huerta, no será la única mención que haya en este espacio dedicado a José Revueltas en su centenario, que tan gentilmente me abrieron los editores de F.I.L.M.E., y que permiten los lectores, a quienes por supuesto les debo esta entrega doblemente conmemorativa.
Encuentro entre Efraín Huerta y José Revueltas, o al revés. El cocodrilismo, respuesta humorística e inteligente contra los dogmáticos
Los secretos miembros de las clandestinas huestes del clandestino Partido Comunista Mexicano, en 1933, apenas si se conocían entre sí, como medida de seguridad (¡!). Los únicos que sabían quiénes eran, los intrínsecretos de este organismo político revolucionario, eran sus dirigentes, que siempre trataban de mantenerse alejados de las actividades de primera línea de combate, como decíamos anteriormente “como medida de seguridad”, para ellos por supuesto, porque para los trabajos arriesgados estaban José Revueltas, Evelio Vadillo o Miguel Ángel Velasco, que ya en esta época se habían convertido en un mítico grupo de jóvenes con experiencia carcelaria extrema (habían pisado las Islas Marías un año antes).
En tal sentido, los jóvenes ocultos que militaban realizando diversas actividades en el PCM querían conocer a estos compañeros convertidos en “héroes”, o éste era al menos el sentir del adolescente Efraín Huerta (1914-1982), al que llamaba mucho la atención José Revueltas, sobre todo por el mito que se concentraba en él: además de preso político era hermano del muralista político extrovertido, Fermín Revueltas, y del músico introvertido y místico, Silvestre Revueltas.
Efraín ya había oído hablar a Octavio Paz —con quien había coincidido en San Ildefonso, de 1930 a 1933— de José. Mientras ellos estaban matriculados en San Ildefonso, el propio José Revueltas acudía a las pláticas que daba el viejo floresmagonista Librado Rivera en La Casa del Pueblo y algunas veces acudía a San Ildefonso a escuchar pláticas de Antonio Caso, dentro de su formación autodidacta. Iban por caminos paralelos, cercanos (mítines en contra del gobierno), pero que no se juntarían sino hasta 1933, justo al regreso de Revueltas después de su primer estancia en las Islas Marías.
Fue en 1933, en el local del PCM cuando Huerta se presentó con Revueltas e inmediatamente los vinculó, además de su provincianismo añejo (Huerta es de Silao, Guanajuato, y Revueltas de Santiago Papasquiaro, Durango), su integración y asimilación de la novísima Ciudad de México postrevolucionaria, que ambos habitaban y convivían en los barrios pobres de la ciudad, y eran perfectos conocedores del primer cuadro de “México- Tenochtitlán”, como diría siempre Efraín Huerta; asimismo los hermanó su compromiso por las luchas revolucionarias y sentirse partícipes de los seres que nunca se les ha dado voz, y no se trataba necesariamente de los proletarios, sino el estrato social que está más abajo, el llamado lumpen proletariat. Todo esto fue lo que los hermanó para siempre, logrando enlazarlos más allá de la simple camaradería militante el gusto por crear y decir sus verdades a costa de lo que fuera, incluso de las órdenes dogmáticas del partido en el que militaban (el PCM), soportando expulsiones, señalamientos, linchamientos y arrepentimientos ideológicos.
Una constante más los vínculo (bueno, dos): el quererse acercar desde entonces al cinematógrafo, y entre plática y plática convertirse en un dúo de parranda tequilero (que a veces se hizo trío, cuarteto, quinteto o ya de plano grupo de mariachis: Rulfo, Mancisidor, José Alvarado, Arenal, Ramírez y Ramírez, Henestrosa). Con el paso del tiempo Revueltas sería criticado y a la vez promocionado entre el círculo de críticos cinematográficos, animados principalmente por Efraín Huerta, pero mientras tanto, en este tiempo (1933 y ss.) se vincularían al trabajo periodístico, por medio de El Popular y El Nacional, intercalando sus propias expresiones creativas en novela, cuento y poesía.
En este tiempo Revueltas escribe desde una perspectiva filosófica sus propuestas poéticas (1933-1935), que hablan desde su punto de observador crítico las experiencias de su cruda realidad amorosa y carcelaria, asimismo le hace entrega a Huerta de originales de cuentos y de novelas (propuesta de Los muros de agua, y El quebranto), que gustoso le remite sus observaciones, asegurándole que es mejor prosista que poeta, y, en los hechos, el periodismo practicante que realizan los hace mejor a ambos.
Al mismo tiempo, Huerta se va perfeccionando, antes de animarse a publicar su primera colección de poemas. Ya antes había trabajado con Octavio Paz algunos versos publicados en Cuadernos del Valle de México en 1933, a la par que hace entrega de colaboraciones en periódicos de Irapuato (El estudiante, posteriormete La lucha, ca. 1932-1934), pero sería dos años después cuando decide y lanza Absoluto amor (1935), y apenas un año adelanteLínea del alba (1936), a la par que se va formando como un sólido crítico cinematográfico, recomendándole Revueltas que revisara los trabajos que desde Madrid en 1915 habían hecho al respecto Alfonso Reyes (1889-1959) y Martín Luis Guzmán (1887-1976), con su columna al alimón “Frente a la pantalla” y con la firma-disfraz de Fósforo, en donde la crítica por la creación estética es lo que analizaban en esta nueva forma de expresión. A partir de aquí Efraín Huerta se dedica a escribir (siguiendo las indicaciones de Fósforo) en El Nacional y en El Popular crítica cinematográfica.
Por otro lado, de finales de 1938 y hasta enero de 1941 Efraín Huerta, Salvador Toscano, José Alvarado, Enrique Ramírez y Ramírez, Rafael López Malo, Octavio Paz, animados por Rafael Solana crean la revista Taller, revista literaria amplia en donde se abría espacios para cuentos, ensayos, notas críticas y traducciones; a este grupo se sumaron Genaro Estrada, Moreno Villa (ilustrador), y colaboraban con notas o avances de capítulos de libros Villaurrutia, Revueltas y Henestrosa, Taller se convertiría en la muestra de los futuros suplementos culturales en México.
Las muertes de Fermín y de Silvestre hermanará aún más a Huerta y a Revueltas, y se darán ánimos para producir dos de sus obras cumbres: José Revueltas publica El luto humano (1943) y Efraín Huerta Los hombres del alba(1944), ambas obras reconocidas por propios y extraños. Justo es el momento en que Revueltas se inaugura en la adaptación cinematográfica y Efraín lo empieza a tildar “El Pájaro Revueltas”, por aquello de silbar en cualquier árbol, y éste, a su vez, revira con el apodo de El Cocodrilo, con el que conocen sus allegados a Efraín, por aquello de la “finura y camino en sus trazos” poéticos.
En 1947 Efraín Huerta logra amalgamar una de las columnas de crítica cinematográfica bien documentadas y con variadas secciones que atrae por ser novedosa y armada en un formato de una página completa, en donde hay ensayo, breves artículos críticos, comentarios, reseñas, colaboraciones invitados, traducciones de revistas en inglés, francés e italiano, así como de fotogramas de sus películas preferidas, la sección se llama “Close-up de nuestro cine”, que generosamente le abre Fernando Benítez en el suplemento Revista Mexicana de Cultura, que edita El Nacional, el espacio lo mantendrá por más de 5 años; ésa será la arena donde José Revueltas se enfrentará al monopolio Jenkins.
En 1949, previendo un posible linchamiento intelectual, como le venía sucediendo a José Revueltas, Efraín Huerta, junto con Margarita Paz Paredes y Otho Raúl González desarrollan la inventiva filosófica del cocodrilismo, como una respuesta festiva a la llamada corriente existencialista, que planteaba un vacío del espíritu del ser humano. El cocodrilismo por el contrario hablaba de una fe inquebrantable en el hombre y un humor a toda prueba, en donde el gozo sería prueba irrefutable del sentimiento sensual y el placer sexual que deberían tener hombres y mujeres para conseguir un mundo mejor. Extraordinaria escuela lírica y social de optimismo y alegría. Prácticamente al grito de ¡cocodrilos del mundo, uníos!, se enfrentaban a aquello de que la realidad se había vuelto insoportable y la única manera de resistirla era meterse en la dura piel de un cocodrilo y convertir el dolor en puro humor.
Cuenta Andrea Huerta, hija de Efraín, que ella recuerda lejanamente el origen de esta ocurrencia original cuando tenía seis años y ya le regalaban infinidad de cocodrilos, y su padre decía que:
Si había clubes de Leones, de Rotarios, y de otras cosas, pues no estaría de más poseer un nuevo grupo como el que se desarrolló con el cocodrilismo, en donde él, Efraín, como en las ocultas logias masónicas, fundaría una secta nueva, y a manera de un gran maestro, él se autonombraba “El Gran Cocodrilo”.
Así de ocurrente era mi papá, cosa que nos heredó a todos los Huerta, que más hubiéramos querido que nos heredara algo económico, pero no, eso no nos heredó. Bueno, también nos heredó la afición por el Atlantle, y ahora ya se fue hasta la Segunda División.
Siendo el cocodrilismo una manera muy mexicana de ver la realidad del país en donde la ocurrencia y los chistes a flor de piel proporcionaron otra dimensión de lo que pasaba en la sociedad. Tal vez por ello, o quizás porque los comunistas dogmáticos no eran lectores de poesía, fue palomeado Huerta y no se metieron con él, no obstante los temas similares que manejaba con respecto a Revueltas cuando a éste último lo lincharon ideológicamente por “decadente, pequeño burgués y existencialista”.
La forma de ver la ciudad del Gran Cocodrilo fue la manera contemporánea y moderna del cómo se reconstruía, amoldaba, deformaba, explotaba la mancha urbana, círculos de pobreza antes no mirados. A Huerta, las novedades de la ciudad se ofrecían no ya como pequeños lunares estéticos, sino como manchas voraces que ennegrecían el ambiente, de esta manera el crítico cinematográfico es una persona que colabora directamente en la nueva construcción de la producción de cine en nuestro país.
Efraín Huerta es el poeta de lo insolente, de lo molesto, de lo que obliga al movimiento. Después de que se le lee y relee nos deja transitando en un letargo de incertidumbre, que obligadamente nos anima a razonar a partir de sus conjeturas y a sacar alguna ilógica conclusión de sus propuestas poéticas. Así lo señalaban al inicio de la década del 40 del siglo XX, y así se mantuvo siempre, leerlo, pero comprenderlo, era no entrar en el silencio atroz del sentirse ignorado, de encontrar eco en sus dichas y desdichas, de sentir el latir de una ciudad que él vio transformarse. Efraín perdió el habla en los últimos momentos de su vida, es cierto, pero nunca perdió la cordura ni la honradez de sentirse dichoso por expresar lo que siempre quiso decir.
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