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Revueltas y el cine IV

  • Elías Razo Hidalgo
  • 10 abr 2016
  • 6 Min. de lectura

El luto humano, éxito literario; el cine como túnel con una luz de fondo; el inicio en teatro como solaz esparcimiento (1943-1946).


El año de 1943 fue crucial para José Revueltas: se publicó El luto humano y gana premios nacionales e internacionales; es traducido a varios idiomas. Revueltas entra al círculo de escritores privilegiados y se le organizan fiestas y banquetes por el éxito obtenido por su novela. De todos los halagos ninguno se convierte en dinero en efectivo con lo que pueda paliar su situación, siempre al filo del fin de semana subsistiendo de sus colaboraciones periodísticas.

Dentro de su participación política en el PCM, este mismo año es alcanzado por las purgas dogmáticas de los seguidores del estalinismo que expulsan a un grupo de militantes (14 mil será el corte de los expulsados de las filas del comunismo, “basura del partido y desviados”, dicen sus dirigentes), por lo cual Revueltas se siente descobijado del cuidado de un partido político, al cual cuestionaba abiertamente por lo acontecido con León Trotski (1879-1940), con quien, decía, “se debería de discutir ideológica y políticamente, no asesinarlo”. Suficiente para considerar a José Revueltas uno de los muchos “desviados”. Entre las celebridades del selecto grupo que se queda sin carnet de militante estaban Rodolfo Dorantes, Efraín Huerta, Enrique Ramírez y Ramírez, José Alvarado, Vicente Fuentes Díaz, Antonio Prieto y Carlos Rojas.

En uno de los banquetes se encuentra a Esperanza López Mateos, ya conocida en los círculos literarios por sus trabajos de traducción y de promotora cultural, con la que había iniciado amistad a principios de la década del 40 y que inmediatamente le hace una propuesta que lo atrapa: adaptar la vida de Silvestre Revueltas para el cine. La obra sería realizada por Gabriel Figueroa en su debut como director. La idea la trabajan en conjunto hasta finales de 1943 (incluso queda el título sugerido, Sinfonía inmortal o la vida de Silvestre Revueltas), sin embargo el proyecto quedó a medias a pesar de que José Revueltas la sigue trabajando permanentemente, culminando en 1966 con Cartas íntimas y escritos de Silvestre Revueltas.

Así, José entra de lleno a la industria cinematográfica. Se le encendía una luz dentro de la obscuridad en que se encontraba, posterior a la expulsión que sufrió del PCM, una luz que él veía como una esperanza, una luz al final del túnel.

Por aquel entonces (ya en 1944) Agustín P. Delgado (1906- ca.1985) pide a Figueroa que le recomiende a un adaptador para realizar el filme El mexicano (también conocida como Despertar de una nación), basada en el cuento homónimo de Jack London, publicado originalmente en 1911, y teniendo a José Revueltas a la mano, conociendo a fondo su ideología política, no duda en recomendarlo. Así, trabajará al alimón con Raphael J. Sevilla (1905-1975) en el proyecto.

Agustín P. Delgado se estrenaba como director después de una larga carrera en el ambiente cinematográfico que inició en 1931, recorriendo todos los puestos de la realización, pero no supo aprovechar la riqueza literaria del cuento, en donde London retrata al México que despierta con la Revolución mexicana desde una perspectiva magonista, y que Revueltas adapta pretendiendo que el director no gire en torno de retratos simples y estereotipados de la imagen de los revolucionarios mexicanos, sino que se aproveche al máximo el potencial original del movimiento anarcosindicalista, hasta ese momento ni siquiera sugeridos en la cinematografía nacional.

Seguramente Revueltas hizo un recordatorio, cuando a principios de la década del 30 asistía de manera regular, dentro de su formación de autodidacta, a las conferencias y charlas que daba Librado Rivera (1864-1932), en La Casa del Pueblo, sobre el pensamiento y la filosofía de Ricardo Flores Magón. Rivera fue compañero de lucha de los miembros del Partido Liberal Mexicano, perseguido político, preso por sus ideas en las cárceles porfiristas y acompañante en los presidios de los Estados Unidos de los Flores Magón.


Sin duda alguna Jack London, con El mexicano, reflejaba fielmente lo dicho por Librado Rivera en sus conferencias, por lo que podemos asegurar que fue un placer para Revueltas trabajar libremente en la adaptación del cuento, pero una frustración observar el producto final de su trabajo, que nunca correspondió con lo descrito, sin contar con que el director concluye el filme con una perorata de unidad nacional. Delgado desperdició el talento y la inspiración que le puso en bandeja de plata Gabriel Figueroa con su debut cinematográfico, y su historia como director sólo le alcanzó para compararlo con el dicho popular de que “tuvo una salida de caballo y una parada de burro” (inició con José Revueltas como guionista de su ópera prima El mexicano, y terminó su carrera con Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”, como libretista en El zágano, 1968). José Revueltas no vuelve a trabajar con él.

En este mismo 1944 Revueltas compila cuentos que había publicado por separado en diversos periódicos y revistas desde 1938, y le da forma a la narración que servirá de título al volumen Dios en la tierra. Los cuentos de Revueltas son textos de un realismo crudo que continúan y reafirman lo que sería el trabajo, la acción, la psicología, el decir y la convivencia de sus personajes: prostitutas, seres deformes, ladrones, asesinos, hombres y mujeres comunistas o militantes revolucionarios, que obran como mártires en trance de santidad, pero logra amalgamar un estilo literario, al desarrollar su eje en donde hace girar su existencia: la religiosidad atea sobre Dios, ser creado y recreado por los hombres, omnipotente, omnipresente, castigador implacable que abandona a sus creadores dentro de las más infames de las soledades. Su fe atea la reafirma en esta colección de cuentos y lo perseguirá toda la vida, al mismo tiempo que se consolida como el enorme cuentista que manejará el género con una maestría que atrapa al lector desde el primer párrafo y no lo suelta hasta el punto final del cuento.

Después de su primera experiencia frustrada en la filmación, va a caer en el set de alguien que lo entiende, alguien que puede estar a su nivel, un interlocutor con el cual plasmar sus diálogos y con el cual identificar los fines artísticos, educativos, políticos e ideológicos que para Revueltas son fundamentales en la expresión cinematográfica: sería Julio Bracho (1909-1978), en primera instancia.

Ambos creadores estaban unidos por el paisaje (ambos duranguenses) y por su concepción de hacer mensajes políticos en el quehacer del cine. El cine que juntos lograron es de gran prevalencia intelectual y de gran manejo de situaciones urbanas. Durante el primer lustro de la década del 40, Bracho arrasa con premios en México, si a alguien se le puede decir que hace cine de arte es a Julio Bracho, amigo de los Contemporáneos y particularmente de Xavier Villaurrutia; conoce a los muralistas y en su casa solía reunir a gran cantidad de personajes de la política y de la cultura al lado de estrellas cinematográficas.

Bracho venía de producir seis películas, todas de éxito y premiadas (basten dos: Historia de un gran amor, 1942 yDistinto amanecer, 1943), y el proyecto Cantaclaro, novela homónima de Rómulo Gallegos, sería la séptima que realizaría en 1945. Esta cinta fue encargada por la 20th Century Fox, que tenían derechos sobre la obra, y pretendía fuera filmada en México, y dentro de los directores nacionales escogieron a Julio Bracho para que él la lleve a cabo, pidiéndole solamente que adaptara la cinta con un lenguaje bello y muy fluido.

Para realizar Cantaclaro, Bracho llama a José Revueltas y a Jesús Cárdenas y les encomienda trabajar juntos la adaptación. La historia narra el costumbrismo del llano venezolano, y tiene a la confrontación épica de valores como eje de la trama. El resultado es una cinta muy bien equilibrada, que con la fotografía de Gabriel Figueroa se logra una joya que le vale a Bracho ser nominada a 6 Arieles de la Academia, incluido el argumento, aunque sólo gana tres (por actuaciones secundarias de actor y actriz y por música original). Revueltas queda muy complacido con este trabajo en donde fue respetado y sus observaciones fueron discutidas y agregadas a la trama.

Entusiasmado, antes de terminar el año, adapta dos novelas de Ladislao Bus Fekete: Amor de una vida y Yo fui una usurpadora que dirigirá el altamente productivo y disparejo director Miguel Morayta, que hace pasar esos dos filmes sin pena ni gloria.

En 1946 José Revueltas logra amalgamar otra dupla cinematográfica con Roberto Gavaldón (1909-1986), con el que trabajará ininterrumpidamente los siguientes 10 años, alcanzando a producir hasta 12 cintas con temas sórdidos y de infinito misterio, y en donde sobresalen los tratamientos obsesivos que manejaran a lo largo de esta filmografía como la muerte, la otredad y la pérdida de la juventud.

Revueltas adapta el guión de La otra (cinta de 1946, basada en el cuento Dead Ringer, del norteamericano Rian James), en donde explorará la psicología de dos gemelas, la pobre, que toma el papel de la otra, la rica, y ya sustituidas, la que queda viva tendrá que asumir el peso histórico y biográfico de la hermana. El trabajo de adaptación y de guión alcanzará el premio de la Academia de Artes e Industrias Cinematográficas. El trabajo de Revueltas es bien valorado, y el talento aplaudido y reconocido.

El mismo año alcanza a adaptar el guión de A la sombra del puente, en colaboración con Salvador Novo (1904-1974), para el mismo Gavaldón. En esa temporada inicia su trabajo de dramaturgo al lado de Ignacio Retes (1918-2004), con el que fundará el grupo La Linterna Mágica, con el que realizará trabajos experimentales en teatro con actores jóvenes cuya cualidad es presentarse en plazas públicas de todo el país. El teatro, un hermoso proyecto que amalgamaba a lado de quien consideraba el mejor dramaturgo del momento, Retes, y que lo hizo entrar en una especie de esparcimiento y de una supuesta tranquilidad y estabilidad emocional y ¿económica?




 
 
 

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